La salud mental es uno de los problemas más grandes a los que se enfrentan los jóvenes hoy en día, siendo ellos considerados un grupo vulnerable. La salud mental continúa siendo un “pariente pobre” de la salud en general, con estigmas y prejuicios fuertes en la sociedad y recursos públicos insuficientes. En muchos países, sufrir enfermedades mentales significa soportar discriminación en la escuela o en el trabajo, por ejemplo. En los dos últimos años, los problemas de salud mental entre los jóvenes europeos se han duplicado según informes de la UE.
En septiembre de 2021, los Estados miembros aprobaron por unanimidad el Marco Europeo de Acción sobre Salud Mental 2021-2025. Esta nueva estrategia tiene como objetivo abordar los desafíos nuevos y preexistentes exacerbados por la pandemia. De hecho, según las últimas estadísticas, uno de cada seis europeos sufre de problemas de salud mental, lo que corresponde a 84 millones de personas en la UE. Desde 2020, se celebra la Semana Europea de la Salud Mental con el lema de prevenir, empoderar y apoyar.
Hoy en día la estigmatización de las personas con problemas de salud mental puede llevar a que las personas ser discriminado en la vida diaria, ser negado el acceso a bienes y servicios o siendo tratado injustamente. Se ve en todo el mundo independientemente de las diferencias culturales y contexto.
Pero lo que quizás singulariza la estigmatización de las personas con problemas de salud mental, de otros grupos potencialmente marginados, como mujeres, minorías étnicas y personas con desfiguraciones o discapacidades físicas, es la falta de voz que suelen tener en luchando contra la discriminación. Se encuentran entre los grupos más marginados dentro sociedad: a menudo las organizaciones de usuarios de servicios están mal financiadas y son reacias a tomar cualquier financiación de la industria.
El estigma, la discriminación y la exclusión social no terminan con personas con problemas de salud mental; también hay impactos sustanciales en la familia, los amigos y otras personas que entran en contacto con personas con problemas de salud mental, como trabajadores sociales y psiquiatras.
A consecuencia, trastornos mentales se convierten en “la discapacidad invisible”.
Las personas neurodivergentes, o -en otros términos- las que tienen “mentes peculiares”, se quedan solos en su lucha diaria contra el mundo y contra sus propias peculiaridades.
La invisibilidad también puede reducir la disposición de los formuladores de políticas públicas a invertir en salud mental. Algunas encuestas públicas han indicado que la salud mental se considera de baja prioridad cuando llega a determinar cómo asignar los fondos del sistema de salud Varios estudios han también informó que el público en general puede creer que las personas con problemas de salud mental no pueden ser tratado dentro del sistema de salud y en su lugar debe hacer uso de medicinas complementarias y alternativas.
En Divergimentes, cada uno, en nivel profesional y personal, estamos viviendo y observando las consecuencias de la invisibilidad y discriminación. De mismo todo, creemos profundamente en la necesidad de luchar contra dicha discriminación y convertir la NEURODIVERSIDAD en un concepto solido de trabajo social y juvenil en nivel local y Europeo.